Se le nombra así a cualquiera de varias arañas emparentadas, sobre todo a una especie tropical que vive en América del Norte, Central y Sur. La hembra es imponente (mide aproximadamente 2.5 cm. de largo, incluyendo las patas), triplica el tamaño del macho y puede llegar a pesar 30 veces más que su consorte; es de color negro brillante, con una marca roja en forma de reloj de arena de aproximadamente 2 centímetros de en la cara inferior del abdomen; los machos son la mitad de largos y suelen tener cuatro pares de puntos rojos a lo largo de los costados del abdomen, rara vez se les ve y son inofensivos.
Son animales elegantes, de hábitos nocturnos y tendencia pacífica, pero atacan si son perturbados.
El macho es quien al final de la cópula, generalmente se convierte en el alimento del día. De ahí el nombre de Araña Viuda Negra.
Se alimenta básicamente de insectos (grillos, moscas, otras arañas, lagartijas, etc.), aunque su red está tan bien diseñada que puede quedar atrapado en ella hasta un ratón.
La hembra puede devorar al macho en el apareamiento, lo que da el nombre a la especie, aunque esta práctica es frecuente en algunas arañas. Solo la mordedura de la hembra es venenosa para el ser humano y puede llegar a ser letal, aunque con los tratamientos modernos la muerte ya no es un evento común. Aunque su mordida es indolora, el efecto, a muy corto plazo, es contundente. El veneno, corriendo por el torrente sanguíneo, ataca el sistema nervioso y provoca hinchazón, enrojecimiento, náuseas, dolor estomacal, espasmos musculares y calambres en el tórax, en el abdomen y en la parte superior de las piernas, así como contracciones y dolor intenso. A medida que el veneno penetra en los terminales nerviosos, se pueden dificultar la deglución y la respiración. Los síntomas empeoran cada vez más provocando escalofríos, sudoración, convulsiones, náusea, dolor de cabeza, fiebre y parálisis, aunque en la mayoría de los casos no son tan severos.
El veneno, una neurotoxina, suele afectar más a los niños que a los adultos.
La viuda negra busca sitios oscuros y frescos, preferentemente apacibles y en exteriores, en donde difícilmente la mano del hombre las llegue a perturbar con labores de limpieza; sin embargo, si las condiciones se prestan, puede ubicarse en interiores.
Usualmente construye su telaraña debajo de objetos o superficies en donde quedan oquedades de poco movimiento.
La viuda negra no caza, espera a que su presa llegue accidentalmente a la red y quede atorada en ella.
Tampoco ataca inmediatamente. Su estrategia es permitir que el visitante se canse intentando escapar de la red, ya que mientras más se mueve más queda enganchado en los hilos sedosos. Al quedar exhausto e inmovilizado el alimento, la viuda negra se acerca y muerde inyectando el veneno; posteriormente recubre al animal con una sustancia espesa que actúa disolviendo los tejidos hasta convertir al animal en una masa acuosa que puede succionar con sus colmillos.
No ingiere todo el alimento preparado, sino guarda provisiones envueltas en un saco que penderá de la red hasta ser consumido en su totalidad.
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